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Universidad de Chile

¡Tinta, papel y optimismo!

A partir de los años noventa, la Escuela de Periodismo atraviesa un estado de abandono por parte de las autoridades universitarias, lo que se traduce en una apatía generalizada por parte de los alumnos. Pablo Vergara, presidente del Centro de Alumnos en 1994, recuerda ese período: "El problema tal vez se inicia al momento de leer en el diario que la Universidad de Chile imparte periodismo. La oferta de la universidad es una, lo que hace por concretar tal ofrecimiento es otra cosa. Una verdad desalentadora ha motivado paros, tomas y firmas de acuerdos. El último de ellos, en noviembre de 1994 con el decano Mario Orellana, con una facultad a un paso de ser tomada por sus estudiantes en solidaridad con los futuros periodistas. Las esperanzas suelen ser vanas: no hubo cambio de profesores, no hubo plan de desarrollo, no hubo edificio para una nueva escuela. Ni siquiera vimos a un periodista en la dirección, sino un neurólogo. Las autoridades dieron vuelta en la hoja del acuerdo un frasco de tinta y no se acordaron más de sus promesas, como no fuera para echarle una manito de pintura a los ya desvencijados muros o deshacerse de una alfombra que les molestaba en sus bodegas, apisonándola en el suelo de Belgrado". Las palabras de Vergara dan cuenta de los magros resultados obtenidos por los estudiantes en la toma de 1994 y el descontento ante la gestión del neurosiquiatra Jorge Fernández Tornini, director de la escuela hasta 1997.

A instancias de los estudiantes y tras un periodo de intensas movilizaciones, en junio de ese año asume como directora la periodista Faride Zerán Chelech, titulada precisamente en la Universidad de Chile. Con su llegada, se inició una nueva etapa y se asumió el desafío de "recuperar el sitial que alguna vez tuvo esta unidad académica, especialmente ahora que existen más de cuarenta escuelas de periodismo y los medios de comunicación son cada vez menos". Fue así como se creó el Departamento de Investigaciones Mediáticas y de la Comunicación, se renovó de manera significativa su malla curricular y se incorporó un cuerpo de docentes periodistas de gran calidad. Asimismo, se abrió un espacio de participación estudiantil al permitir la asistencia de alumnos al Consejo de Escuela.

En 1999, gracias a la colaboración de la Fundación Ford se puso en marcha el Programa de Libertad de Expresión. También se reabrió el Magister en Comunicación Social y desde 1998 se impartió un Diplomado en Periodismo y Crítica Cultural. En mayo de ese año, los alumnos ocuparon las dependencias en repudio a un fraudulento proceso de homologación del grado académico de Licenciado en Comunicación Social por el de profesor de castellano. La situación terminó con la destitución del decano Mario Orellana Rodríguez.

 

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