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Luis Horta, coordinador de la Cineteca UChile: "El cine es la manifestación del Patrimonio Cultural propio del Siglo XX"

Entrevista a Luis Horta, coordinador de la Cineteca UChile

Todos los años se celebra el Día del Patrimonio, instancia en la que distintas organizaciones se encargan de relucir obras de diversa índole que tienen un valor cultural importante para la historia de la sociedad. ¿Cuál es el papel que juega el cine en el patrimonio? Es lo que conversamos con Luis Horta, quien trabaja en el Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile.

El último fin de semana de mayo se celebró el Día del Patrimonio en Chile, fecha que conmemora un reconocimiento a la cultura como riqueza histórica de la sociedad. Más allá de lo que este Estado considera como apoyo, siempre débil, los registros audiovisuales tanto en cine de ficción como en documental son una expresión gestada por la sociedad en un contexto dado; obras que funcionan para prestar una mirada y mostrarnos lo que nos falta ver. En este sentido tienen su valor patrimonial.

Para entender más sobre el rescate del cine chileno como patrimonio, Luis Horta, coordinador de la Cineteca de la Universidad de Chile, se ha abocado a áreas de investigación como son: historia del cine chileno y latinoamericano, estéticas del cine, patrimonio audiovisual, formación de públicos y mediación. El registro audiovisual juega un rol en la comunicación y conservación del patrimonio cultural. El cine, explica el académico, al ser una manifestación humana tiene una doble dimensión en la construcción de imagen.

En primer lugar, es un testimonio la subjetividad de quien elabora esas imágenes, lo cual responde a procesos culturales de su contexto; en segundo lugar, “porque la imagen cinematográfica es una huella del tiempo, permite aprehender una realidad mediada por los objetos técnicos, en este caso la cámara. El cruce de ambos permite entender que el cine, por esencia, es la manifestación del patrimonio cultural propio del siglo XX, y su carácter popular lo hace primordial para entender las diversidades, los gustos, las sensibilidades de los pueblos”.

La Cineteca y el patrimonio

La Cineteca de la Universidad de Chile enfrenta diversos obstáculos y puntos desde donde plantearse. Una propuesta es situando la labor como productor de sentido, lo que al interior de una sociedad que culturalmente reivindica valores neoliberales, deja en una condición de fragilidad labores que se hacen con fines educativos o culturales

Esto incide no solo en precarización laboral, sino también falta de apoyos institucionales, la instrumentalización de labores de conservación o la productividad asociada al consumo y acumulación de imágenes. “Los desafíos son enfrentar esos problemas a partir de la coherencia que podemos demostrar en el quehacer de la restauración audiovisual, la divulgación asociada a la investigación y la producción de sentido a partir de las colecciones que albergamos”, dice Luis Horta.

El entrevistado tiene experiencia como director de proyecto y coordinador en la restauración en distintas películas chilenas, tales como «La Maleta» (Raúl Ruiz, 1963), «La Respuesta» (Leopoldo Castedo, 1961), «El Leopardo» (Alfredo Llorente, 1926), «Caliche Sangriento» (Helvio Soto, 1969), «Venceremos» (Pedro Chaskel y Héctor Ríos, 1970), entre otros.

Cada obra tiene su propio proceso de acuerdo a sus características técnicas y niveles de deterioro. Se debe, antes que todo, hacer un diagnóstico que permita establecer cuál es la ruta de acción. Así, muchas obras se han recuperado a partir de copias, ya sea de conservación o exhibición. “Es importante volver a proyectar la películas en sus soportes originales, porque hoy las películas digitales se ven bien pero es otra visualidad: son ceros y unos administrados de tal manera que dan la sensación de una imagen; en cambio en lo analógico estamos viendo la materialidad misma y las texturas… Esa visualidad es completamente inédita y desde el punto de vista patrimonial debemos velar por su conservación”, sostiene Horta.

El entrevistado tiene experiencia como director de proyecto y coordinador en la restauración en distintas películas chilenas, tales como "La Maleta" (Raúl Ruiz, 1963), "La Respuesta" (Leopoldo Castedo, 1961), "El Leopardo" (Alfredo Llorente, 1926), "Caliche Sangriento" (Helvio Soto, 1969), "Venceremos" (Pedro Chaskel y Héctor Ríos, 1970), entre otros.

Cada obra tiene su propio proceso de acuerdo a sus características técnicas y niveles de deterioro. Se debe, antes que todo, hacer un diagnóstico que permita establecer cuál es la ruta de acción. Así, muchas obras se han recuperado a partir de copias, ya sea de conservación o exhibición. “Es importante volver a proyectar la películas en sus soportes originales, porque hoy las películas digitales se ven bien pero es otra visualidad: son ceros y unos administrados de tal manera que dan la sensación de una imagen; en cambio en lo analógico estamos viendo la materialidad misma y las texturas… Esa visualidad es completamente inédita y desde el punto de vista patrimonial debemos velar por su conservación”, sostiene Horta.

El académico indica que no hay que demonizar tampoco lo digital; sin duda es un tremendo aporte para ver películas que no podríamos ver de otra manera; sin embargo, no puede primar el interés económico en el visionado de películas masivo y no someter al consumo de imágenes. Advierte que el analógico da un instante del tiempo y el espacio que fue plasmado en la materialidad, lo que también funciona en términos del espectáculo visual.

La cultura visual y estética

Hablar de cine chileno es referirse a 120 años de películas y una diversidad inabarcable. Según Luis Horta, “es imposible hablar de ‘cine chileno’ como algo homogéneo". A esta idea, agrega: "Sí creo que hay modelos que se han repetido históricamente, como el afán por leerlo desde una perspectiva industrial y comercial que ha sido permanente desde los años ’20 del siglo pasado”.

Ambicionar un lugar en las estructuras industriales ha sido siempre un tema para muchos cineastas, algo que se relaciona con toda una subjetividad de nuestra organización como sociedad, la que bajo el relato de la modernidad tiene como ícono el intercambio y la acumulación. “Paradójicamente, las películas de mayor valor artístico, estético, cultural e histórico se han situado en los márgenes de esta búsqueda. Por ejemplo, Raúl Ruiz en un plano más visible. Otros han sabido compatibilizar ambos, como Patricio Guzmán, Miguel Littín, que han logrado instalar narrativas y temas disruptivos en grandes mercados”, enfatiza.

Actualmente vivimos un proceso histórico con el proceso constituyente, la pandemia y anteriormente el estallido social, hitos que han sido registrados en diversas plataformas y maneras dado el acceso a tecnología a diferencia de antes. Lo que es característico de la cultura visual chilena, por un lado, es una búsqueda identitaria que se encuentra en cierto cine documental, donde hay una tradición desde los años de Armando Rojas Castro y hasta películas actuales.

Actualmente es muy temprano para caracterizar la cultura visual reciente, aunque Luis Horta afirma que “si podemos concatenar una serie de elementos como la necesidad de pertenencia por parte de comunidades fragmentadas. El digital ha contribuido a simular o reparar este distanciamiento, pero también ha empobrecido la interacción y ha deteriorado sicológicamente a las comunidades”.

Lo anterior puede estar dado por los conflictos que genera alternar la vida presencial con la virtualidad en pandemia, aunque ha ayudado a reorganizar la territorialidad. Ante la omnipresencia digital y la cantidad inédita de flujos de información el académico explica que la cantidad de recursos audiovisuales que hoy se encuentran online escapa quizás a la cantidad de ojos disponibles. El miembro fundador de la Asociación de Cineclubes de Chile afirma que recuperar la experiencia de ver será un desafío, aunque mayor será el desafió de que esta experiencia no esté mediada por el mercado y la superficialidad.